Hace algunas semanas he pasado a formar parte de las estadísticas que indican que en Capital Federal hay más abogados que taxis.
Las escaleras de la Facultad emanan un olor nauseabundo debido a los estudiantes que finalizan la carrera de grado y resultan víctimas voluntarias del tradicional ritual de los huevos y harina.
Contrariamente a lo que acostumbra suceder, me opuse de manera rotunda a que mis afectos me felicitaran arrojandome todo tipo de alimentos. Podrá sonar antipático para muchos pero considero que dicha costumbre es rídicula y hasta idiota.
Lograr un título universitario implica esfuerzo y constancia a lo largo de muchos años y terminar enchastrado no me parece que sea la manera adecuada de honrar semejante logro. Al contrario, degrada el diploma obtenido.
El tradicional festejo que aquí se critica ni siquiera permite que quién se recibe reciba el cariño de quiénes son sus amigos o familiares mediante un beso o un abrazo puesto que tan pronto cruzó el umbral de la puerta de la Facultad comienza el fusilamiento. Desde ya que la lógica empleada es la relación directamente proporcional entre violencia y diversión: a mayor dolor provocado al homenajeado, mayor es el divertimento. Ese es el reconocimiento que reciben nuestros estudiantes como premio a noches quemando pestañas.
Desde chicos nos enseñan que “con la comida no se jode” porque hay personas que mueren de hambre. Esas enseñanzas nunca se olvidan al ser internalizadas desde la infancia.
Les aseguro que con los huevos que se utilizan en estos festejos que se repiten incesantemente en todas las carreras universitarias, involucrando Universidades Públicas y privadas se podrían hacer muchas tortillas que atemperen el apetito de los pibes de muchos barrios y ranchadas. Es por ello que considero que no nos detenemos a pensar en que estamos desperdiciando comida sino que actuámos de manera precipitada, presionados socialmente por lo que debe ser el recibimiento, como acontece en cualquier fenómeno de masas.
Sin embargo ser profesional exige racionalidad, objetividad y responsabilidad entre otros atributos. Esta sociedad demanda profesionales que rompan con la burbuja académica y se comprometan con los problemas que aquejan a la sociedad entre ellos, la pobreza.
A quienes me tilden de anticuado, les advierto que esta manera de festejar sucede desde que mis viejos estudiaban.
Por último expreso mi deseo de que otros se opongan a ser ensuciados con comida como modo de festejar su diploma. Quizás en algunos años logremos revertir esta tendencia………
Las escaleras de la Facultad emanan un olor nauseabundo debido a los estudiantes que finalizan la carrera de grado y resultan víctimas voluntarias del tradicional ritual de los huevos y harina.
Contrariamente a lo que acostumbra suceder, me opuse de manera rotunda a que mis afectos me felicitaran arrojandome todo tipo de alimentos. Podrá sonar antipático para muchos pero considero que dicha costumbre es rídicula y hasta idiota.
Lograr un título universitario implica esfuerzo y constancia a lo largo de muchos años y terminar enchastrado no me parece que sea la manera adecuada de honrar semejante logro. Al contrario, degrada el diploma obtenido.
El tradicional festejo que aquí se critica ni siquiera permite que quién se recibe reciba el cariño de quiénes son sus amigos o familiares mediante un beso o un abrazo puesto que tan pronto cruzó el umbral de la puerta de la Facultad comienza el fusilamiento. Desde ya que la lógica empleada es la relación directamente proporcional entre violencia y diversión: a mayor dolor provocado al homenajeado, mayor es el divertimento. Ese es el reconocimiento que reciben nuestros estudiantes como premio a noches quemando pestañas.
Desde chicos nos enseñan que “con la comida no se jode” porque hay personas que mueren de hambre. Esas enseñanzas nunca se olvidan al ser internalizadas desde la infancia.
Les aseguro que con los huevos que se utilizan en estos festejos que se repiten incesantemente en todas las carreras universitarias, involucrando Universidades Públicas y privadas se podrían hacer muchas tortillas que atemperen el apetito de los pibes de muchos barrios y ranchadas. Es por ello que considero que no nos detenemos a pensar en que estamos desperdiciando comida sino que actuámos de manera precipitada, presionados socialmente por lo que debe ser el recibimiento, como acontece en cualquier fenómeno de masas.
Sin embargo ser profesional exige racionalidad, objetividad y responsabilidad entre otros atributos. Esta sociedad demanda profesionales que rompan con la burbuja académica y se comprometan con los problemas que aquejan a la sociedad entre ellos, la pobreza.
A quienes me tilden de anticuado, les advierto que esta manera de festejar sucede desde que mis viejos estudiaban.
Por último expreso mi deseo de que otros se opongan a ser ensuciados con comida como modo de festejar su diploma. Quizás en algunos años logremos revertir esta tendencia………